Lluvias raras que parecen ficción
Seguramente has visto alguna noticia sobre lluvia de ranas, peces y otros objetos. Estas precipitaciones únicas han ocurrido a lo largo de la historia y muchas de ellas tienen una explicación científica, siendo causadas por fenómenos meteorológicos como tornados o trombas marinas.
Muchas personas muestran escepticismo y no dando crédito a que en ocasiones pueden llover algún tipo de animal u objetos. Sin embargo, existen registros reales de muchos de estos casos a lo largo de nuestros tiempos. Aunque la ciencia meteorológica ha sido capaz de explicar muchas de ellas –la mayoría–, existen algunas referencias históricas de este tipo de lluvias raras que escapan a nuestra comprensión, principalmente porque nos faltan datos precisos sobre ellas. Son testimonios que en su momento quedaron escritos, pero cuya autenticidad es discutible.
Encontramos lluvias extravagantes, entre las diez plagas de Egipto con las que –según el Antiguo Testamento– Dios castigó a los egipcios para que su faraón dejara de someter al pueblo hebreo. Entre ellas, la segunda plaga, una invasión de ranas que salieron del río Nilo (Éxodo 8, 1-15), se puede suponer que el relato podría ser la observación de alguna lluvia de esos animales anfibios. La séptima plaga es una devastadora tormenta que dejó una lluvia de granizo y fuego (Éxodo 9, 13-35); científicos han relacionado esto con el “granizo volcánico” proveniente de una erupción catastrófica del volcán en la isla griega de Santorini, al norte de Egipto, que ocurrió en la Edad de Bronce, unos 1600-1500 años antes de Cristo (la fecha varía en función de las técnicas de datación empleadas).
Los registros de lluvias insólitas son amplio, con miles de crónicas, que llegan hasta nuestros días. Las más comunes, son las de peces y ranas, siendo relacionadas en su mayoría con la presencia de tornados o trombas marinas, que en su recorrido succionan parte del agua de una charca, estanque, lago o la superficie del mar, y la expulsan a cierta distancia, produciéndose la precipitación de algunos animales pequeños como gatos, ratas, gusanos, lagartijas, medusas o serpientes.
En ocasiones, no solo caen del cielo pequeñas criaturas, existen registros de objetos como bloques de hielo de gran tamaño (no siempre fruto de una granizada), manzanas, granos de maíz, pelotas de golf… e incluso cosas mucho más extrañas, como cruces de madera, telas de araña, trozos de carne pestilente, monedas, etc. Un caso español del siglo XV, hace referencia a una lluvia de piedras en el pueblo segoviano de Maderuelo, en 1438. Leemos en ella que eran “grandes y huecas como pequeñas almohadas” y “tan livianas como una pluma”, que no hacían daño al caer. Todo apunta a que esas piedras fueron los fragmentos que resultaron de la desintegración de un meteorito extraterrestre que atravesó la atmósfera.Las lluvias raras llamarón la atención de un singular personaje estadounidense llamado Charles Fort (1874-1932), que de forma sistemática y obsesiva se dedicó a recopilar, durante más de 30 años, todas las informaciones publicadas en revistas científicas y periódicos de su época con referencias a un sinfín de extraños fenómenos, algunos de estos no tienen una explicación racional. Fruto de su minucioso trabajo recopilatorio –llegó a reunir hasta 60.000 notas manuscritas– publicó en 1919 “El libro de los condenados”, donde dio a conocer muchos relatos ocurridas en distintos lugares de la Tierra.
Ha transcurrido un siglo desde que “el profeta de lo inexplicable” (apodo con el que fue bautizado Fort) publicó su libro, y en todo ese tiempo han seguido documentando muchas lluvias peculiares por distintos rincones del mundo. Uno de sus apuntes más sobresalientes fue lo ocurrido una tarde del verano de 1969 en un hostal de los Alpes alemanes, donde la ventanas fueron destrozadas por una lluvia de monedas antiguas, en especial rupias, maravedíes y piastras. Lo más curioso es que a la mañana siguiente volvieron a caer del cielo monedas de forma violenta en el mismo lugar, los dueños decían que mientras llovía, oyeron voces en lenguas extrañas, que unos huéspedes interpretaron como griego antiguo y otros como