¿Qué ha pasado actualmente con el agujero de la capa de ozono?
Desde el impactante descubrimiento de la existencia de un agujero en la capa de ozono y las medidas mundiales para combatirlo a finales de los años 80, cada vez se habla menos de este problema.
En los últimos años se ha hablado mucho del agujero de ozono, de sus causas y de los efectos dañinos que produce su presencia. También se han adoptado con éxito diversas medidas para contrarrestarlo en todo el mundo.
Mientras que la prensa ha prestado cada vez menos atención a este problema en los últimos años, los científicos han creado, por el contrario, un sistema eficaz para seguir y predecir su evolución. De hecho, sigue siendo un problema de absoluta actualidad aunque existe una posibilidad real de que se resuelva en las próximas décadas.
¿Qué es el ozono?
El ozono es un gas casi incoloro pero de olor muy característico. El olor a ozono es más perceptible después de las tormentas en las que la actividad eléctrica (rayos) ha sido especialmente intensa.
Su fórmula química es O2, es decir, una molécula compuesta por tres átomos de oxígeno. En la naturaleza, se forma cuando la molécula de oxígeno O2 es descompuesta por las radiaciones solares más energéticas (UV y rayos X), pero también por los rayos, en dos átomos simples (O + O) que luego se unen cada uno a una molécula de oxígeno (O + O2) para formar el ozono O3.
En la naturaleza, el ozono se encuentra en la atmósfera, y predominantemente (más del 90%) en la estratosfera, es decir, en esa capa de la atmósfera que se extiende entre unos 10 km y 50 km de altura. Este ozono estratosférico se denomina ozono "bueno" porque es capaz de absorber la radiación ultravioleta y X del Sol, impidiendo que llegue a la superficie, creando así un escudo protector natural para nuestro planeta.
La radiación ultravioleta (UV) no sólo quema la piel, sino que acelera su envejecimiento, provoca daños oculares, desencadena reacciones fotoalérgicas y, sobre todo, puede causar cáncer de piel.
En cambio, la fracción restante del ozono de origen natural (alrededor del 10%) es de origen antropogénico (es uno de los productos de la contaminación) y se encuentra en la troposfera, es decir, la capa más baja de la atmósfera donde vivimos. Es perjudicial para los seres humanos, los animales y la vegetación.
La cantidad de ozono en la atmósfera se mide en Unidades Dobson (UD). Si la cantidad media de ozono en la atmósfera es de 250 DU, desciende por debajo de 100 DU en el agujero de ozono.
El descubrimiento del "agujero" en la capa de ozono
En la segunda mitad del siglo XX, se produjeron grandes cantidades de diversos gases con distintos fines, como gases refrigerantes para frigoríficos y aparatos de aire acondicionado, gases propulsores utilizados en latas de aerosol, gases disolventes y gases de limpieza para componentes electrónicos.
Todos estos gases tenían una característica en común: eran capaces de unirse al ozono y destruirlo. De hecho, estos gases se denominan SAO (sustancias que agotan la capa de ozono) y entre ellas se encuentran los CFC (clorofluorocarbonos).
Corría el año 1974 cuando un artículo científico publicado en la revista Nature, por Molina y Rowland, alertó a la comunidad científica de los posibles efectos de los gases SAO sobre el ozono atmosférico. Sin embargo, no fue hasta 1985 cuando los científicos Joseph Farman, Brian Gardiner y Jonathan Shanklin, del British Antarctic Survey, descubrieron que la capa de ozono sobre la Antártida durante la primavera se adelgazaba hasta tal punto que formaba un auténtico agujero, con lo que se abría una vía libre a la radiación UV solar.
Estas son sus características
La principal característica del agujero de ozono es su periodicidad: no está presente durante todo el año, sino sólo durante septiembre-octubre, es decir, se forma durante la primavera austral (correspondiente al otoño en el hemisferio norte) y luego desaparece durante el resto de estaciones (ya en noviembre).
Esta periodicidad se debe al llamado vórtice polar austral, es decir, un vórtice que se establece a principios de la primavera austral y que está formado por intensos vientos de gran altitud que giran sobre los polos sur y que son tales que concentran allí los gases que agotan la capa de ozono (SAO), los cuales, en combinación con las bajas temperaturas, destruyen muy eficazmente el ozono presente en esa zona de la atmósfera.
Cuando las temperaturas de la alta atmósfera (estratosfera) comienzan a subir a finales de la primavera en el hemisferio sur (es decir, a partir de noviembre), el agotamiento del ozono se ralentiza, el vórtice polar se debilita y finalmente se rompe, y a finales de diciembre los niveles de ozono vuelven a la normalidad.
El vórtice polar se forma tanto en el polo sur como en el norte. Sin embargo, este último es menos intenso y menos estable, por lo que produce efectos mucho menos intensos sobre el ozono, cuyo agujero se forma principalmente sobre el polo sur.
El problema es que de año en año, durante la primavera austral, se ha ido formando un agujero cada vez mayor, que ahora es más grande que todo el continente antártico.
Medidas para su control y vigilancia
Poco después de descubrirse la existencia del agujero en la capa de ozono, en 1987 se firmó el Protocolo de Montreal, que entró en vigor en 1989 y por el que se prohibieron los gases SAO (aplicado por 197 naciones). Gracias a esta iniciativa, la capa de ozono dejó de crecer rápidamente con el paso del tiempo, mostrando incluso signos de reducción.
Se calcula que si no hubiera existido el Protocolo de Montreal, el agujero sería hoy un 40% mayor. En cambio, gracias a este protocolo, la concentración de gas SAO se ha reducido un 40% y la capa de ozono se recupera un 3% cada década.
Desde su descubrimiento, el agujero de ozono se vigila a diario. Existe un servicio de vigilancia atmosférica llamado CAMS (Copernicus Atmosphere Monitoring Service) dentro del programa Copernicus (un proyecto europeo de observación de la Tierra).
El CAMS, mediante la integración de datos procedentes del espacio y de la Tierra con modelos de la atmósfera, vigila el ozono en la atmósfera y la radiación ultravioleta que lo atraviesa, proporcionando indicaciones sobre las tendencias de su concentración en el pasado, en la actualidad y las previsiones para el futuro.