Ingeniería genética y biotecnología: el futuro de la comida está aquí

La ingeniería genética y la biotecnología en la agricultura han llegado para quedarse. Estas tecnologías están revolucionando la forma en que comemos y producimos alimentos. Pero, ¿qué tanto sabemos realmente de estos avances?

Los científicos trabajan en variedades transgénicas resistentes para transformar la manera en la que se producen alimentos.

Seguro has escuchado hablar de frutas y verduras con colores extraños, sabores novedosos o altamente resistentes al clima. Todo esto es posible gracias a la ingeniería genética y la biotecnología en la agricultura. Pero, ¿qué significa eso? Básicamente, es la ciencia jugando con los genes de las plantas para hacerlas mejores.

La ingeniería genética en la agricultura consiste en modificar el ADN de las plantas para mejorar sus características. Esto se puede hacer insertando genes de otras especies, eliminando aquellos que causan problemas o potenciando los que ya existen. Gracias a esto, hoy tenemos cultivos más resistentes a plagas, frutas con mayor contenido de nutrientes y productos que duran más tiempo.

Los cultivos que parecen de otro mundo

¿Has probado las uvas virales con sabor a algodón de azúcar? Estas uvas fueron desarrolladas por la empresa Grapery en colaboración con International Fruit Genetics (IFG) mediante un proceso de hibridación y selección genética, sin modificación transgénica. Su sabor dulce y su distintivo toque a algodón de azúcar se lograron a través del cruce de variedades específicas de uva.

Otro ejemplo es la Pinkglow Pineapple, una piña de color rosa creada por la empresa Fresh Del Monte. Su desarrollo implicó la modificación de la producción de licopeno, el mismo pigmento que da color rojo a los tomates, mediante técnicas de biotecnología. Esta piña destaca por su color único y por tener un sabor más dulce y menos ácido en comparación con las piñas tradicionales.

La piña Pinkglow tarda aproximadamente 24 meses en crecer. A diferencia de las piñas tradicionales, no tiene corona porque se le retira antes de la venta para replantar y mantener la producción.

Y no solo hay frutas de colores bonitos. También están los tomates Sun Black, ricos en antioxidantes gracias a la manipulación de genes que les dan un tono oscuro. O el arroz dorado, una variedad enriquecida con betacaroteno para combatir la deficiencia de vitamina A en países donde el arroz es la base de la dieta.

Además, tenemos el maíz Bt, modificado para producir una proteína que actúa como insecticida natural, reduciendo la necesidad de pesticidas. Y los plátanos transgénicos en desarrollo en Australia, diseñados para resistir el hongo Fusarium, una amenaza para la producción global de esta fruta.

¿Beneficio o problema para la alimentación?

La respuesta no es tan sencilla. Por un lado, la ingeniería genética puede hacer que los cultivos sean más resistentes a plagas y sequías, lo que es clave en un mundo donde nos enfrentamos al cambio climático. También permite producir alimentos con más nutrientes o con menos impacto ambiental.

Algunos estudios han analizado el impacto en el suelo y la resistencia de algunas plagas, lo que podría generar nuevas amenazas para la agricultura.

Por ejemplo, el arroz dorado ha sido aprobado en varios países para combatir la deficiencia de vitamina A, que afecta a millones de niños en el mundo. Por otro lado, reducir el uso de pesticidas con cultivos resistentes puede beneficiar la salud humana y proteger a los polinizadores como las abejas.

Las uvas Cotton Candy solo están disponibles entre agosto y octubre y tienen casi un 12% más de azúcar que las uvas comunes.

Pero no todo es color de rosa. Hay preocupaciones sobre el impacto en la biodiversidad, el control que las grandes empresas pueden tener sobre las semillas y los posibles efectos a largo plazo en la salud humana. Aunque no hay evidencia clara de que los transgénicos sean dañinos para la salud, el debate sigue abierto.

¿Hacia dónde vamos? Países apostando fuerte

Estados Unidos y China son los gigantes de la biotecnología agrícola, invirtiendo miles de millones de dólares en investigación. En China, por ejemplo, se están desarrollando cultivos CRISPR como el arroz resistente a enfermedades. Brasil y Argentina no se quedan atrás, siendo líderes en cultivos transgénicos como la soya y el maíz.

En Europa, la cosa es más complicada porque hay muchas restricciones, pero países como España y Portugal ya están experimentando con cultivos modificados.

¿Y México? Aunque el país ha puesto algunas trabas al maíz transgénico, sigue importando toneladas de productos genéticamente modificados, especialmente de Estados Unidos. Al final, queramos o no, los alimentos modificados genéticamente ya son parte de nuestra vida diaria.

La biotecnología seguirá avanzando y es probable que en unos años veamos más frutas y verduras con sabores, colores y beneficios que hoy ni imaginamos. La clave será encontrar un balance entre el progreso científico y el impacto en el medio ambiente y la sociedad.