Una elefanta desconsolada intenta levantar y acariciar a su compañera de toda la vida que acaba de fallecer

En el Parque de Leones de Taigan, en Crimea, una escena conmovedora ha dado la vuelta al mundo: una elefanta intenta levantar a su compañera fallecida, con quien compartió 25 años. Un recordatorio doloroso de que el duelo y la pérdida trascienden especies.
Dicen que los elefantes nunca olvidan. Que guardan en su memoria los caminos recorridos, los rostros amigos y hasta las heridas que nunca cicatrizan del todo. Magda y Jenny compartieron más de 25 años, unidas por una historia que comenzó en los días de circo en Rusia y terminó en un refugio donde, luego de muchos años, pudieron caminar sin cadenas.
Pero el destino a veces es cruel, y a Jenny le tocó partir primero. Magda no entendió, o quizá sí, pero se negó a dejarla ir. Intentó levantarla con su trompa, como otras tantas veces, pero, esta vez, Jenny no respondió. Y cuando la realidad se impuso, simplemente se quedó a su lado, en una vigilia silenciosa que caló a lo más profundo de quienes la observaron.
Ellas no siempre tuvieron una vida libre. Durante años, vivieron en un circo, viajando de un lado a otro, entrenadas para entretener, más que para ser. Y cuando finalmente pudieron dejar atrás esa etapa y llegar al parque safari Taigan en Crimea, lo hicieron juntas. Quizá por eso el vacío de Jenny pesa tanto.
Durante horas no dejó que nadie se acercara. Su instinto protector se mantuvo firme incluso en la despedida. Fue un gesto de amor, de duelo, de esos que no necesitan palabras porque encierran todo lo que alguna vez fue. Un último adiós, el más doloroso.

La empatía más allá del ser humano
El duelo nos recuerda que la vida emocional de los animales es mucho más profunda y compleja de lo que solemos imaginar. Los elefantes no solo tienen una memoria prodigiosa, también poseen una inteligencia emocional excepcional. Son capaces de consolar a los suyos, ayudar a crías huérfanas y mostrar signos de angustia cuando un miembro de su grupo desaparece.
Algunos estudios sugieren que, tras la pérdida de un ser querido, los elefantes pueden sumirse en una profunda tristeza, incluso en una forma de depresión. No solo recuerdan caminos y rostros, también regresan a lugares donde perdieron a los suyos, como si visitaran una tumba, y han sido observados interactuando con huesos de elefantes fallecidos, reconociéndolos y acariciándolos con cuidado.
El duelo no es exclusivo de los elefantes. Orcas y delfines han sido vistos cargando a sus crías fallecidas durante días o semanas, negándose a dejarlas ir. Algunos perros esperan durante meses a sus dueños que nunca volverán, evitando los lugares que les recuerdan a ellos. El vacío de la ausencia pesa, y trasciende especies.
Dicen que los elefantes nunca olvidan. Y quizá, en algún rincón de su memoria inmensa, Magda seguirá buscando a Jenny entre los árboles, esperando verla aparecer como tantas veces lo hizo. La ausencia pesa, incluso en un cuerpo tan grande. Y aunque la vida continúe, hay despedidas que dejan marcas imposibles de borrar.