Superlunas 2023: cómo y cuándo disfrutar de las lunas llenas más increíbles
Los plenilunios suelen ser impresionantes, pero no son iguales. La órbita que traza la Luna alrededor de la Tierra es elíptica, y por tanto a veces está más cerca de nosotros y otras más lejos. Y aquí entran en escena las superlunas. ¿Cuándo podremos observarlas?
Las superlunas siempre crean cierta expectación, tanto por la popularidad que está adquiriendo la astronomía como por la curiosidad que despiertan las estampas que dejan las lunas llenas especialmente brillantes. Sin embargo, hay una explicación física sencilla para este fenómeno: la órbita lunar, como todas las órbitas que trazan los astros de nuestro sistema solar, es elíptica y por tanto no siempre tenemos a nuestro satélite a la misma distancia.
Concretamente la distancia de la Tierra a la Luna puede oscilar entre los 356,000 km en el perigeo y los 406,000 km en el apogeo. Para que se pueda hablar de una superluna, nuestro satélite tendrá que estar a una distancia relativa al perigeo de al menos el 90%.
Esto significa que su tamaño aparente puede variar hasta un 14% entre unas lunas llenas y otras y su brillo en más de un 30%. En principio no son diferencias fácilmente apreciables, pero si somos observadores y tenemos una referencia clara con la que comparar, veremos que es perfectamente perceptible.
En 2023 tendremos cuatro superlunas que tendrán lugar durante el verano y el principio del otoño: el 3 de julio, el 1 de agosto, el 28 de agosto y el 29 de septiembre. Bastará con mirar al cielo nocturno, preferiblemente en lugar sin contaminación lumínica, para ver nuestro satélite natural en todo su esplendor. Estas lunas llenas serán con diferencia las más "grandes" del año, pero también contribuirán a iluminar con mayor intensidad e incluso alterar ligeramente las mareas.
Como bien sabemos, las mareas están relacionadas con la atracción gravitatoria que la Luna y el Sol ejercen sobre nuestro planeta; la posición relativa de los dos astros y la proximidad a cada uno de ellos tiene una influencia perceptible en su amplitud, dando lugar a mareas más significativas durante las fases de luna llena y luna nueva, especialmente si se trata de una superluna.
Pesadilla para los astrónomos
Si bien las superlunas apenas se distinguen de las lunas llenas normales si no somos muy observadores y, en todo caso, las hacen aún más impresionantes y fotogénicas, lo cierto es que no son del agrado de todo el mundo. La Luna es, después del Sol, el astro que más brilla visto desde nuestro planeta y el que más ilumina nuestro cielo nocturno.
Tanto es así que cuando esta se alza por encima del horizonte, nuestro cielo se ilumina lo suficiente como para ocultar las estrellas y los objetos más tenues, impidiéndonos su observación.
Cuando se trata de una luna llena y no digamos una superluna, la contaminación lumínica natural que genera reduce la posibilidad de ver otros objetos en extremo, dificultando cualquier observación astronómica, ya sea profesional o aficionada.
La calidad del cielo nocturno se reduce hasta ser comparable con la que hay en el centro de una ciudad pequeña. No obstante, se trata de un fenómeno natural, global y ocasional que no es comparable al efecto local y permanente de la contaminación lumínica artificial de una ciudad. En este último caso, los efectos tanto en el ámbito de la astronomía como en el medio ambiente son especialmente graves.