Investigan a los lobos de Chernobyl y su mutación genética que desafía al cáncer
La Zona de Exclusión se ha convertido en un refugio para la vida silvestre y un laboratorio de investigación. Un estudio indaga en la respuesta de los lobos a la radiación y ofrece nuevas pistas sobre la resistencia al cáncer en mamíferos.
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El 26 de abril de 1986 ocurrió el mayor desastre nuclear de la historia: el accidente de Chernobyl. La explosión del reactor RBMK, en la ciudad de Prípiat liberó la radiación equivalente a 500 veces la bomba atómica de Hiroshima en 1945.
El desastre obligó a más de 100 mil residentes y trabajadores a evacuar el área, en algunos casos para siempre. Miles de personas enfermaron y murieron por los efectos de la radiación en los meses y años siguientes.
Después del accidente se estableció un perímetro de 30 km alrededor de la central nuclear. Es la llamada Zona de Exclusión de Chernóbil (ZEC), donde sólo existen ruinas.
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En esta zona no hay actividad humana desde entonces, y la flora y la fauna silvestre han proliferado. La vegetación avanzó sobre los restos de las casas y edificios, y generaciones de perros, osos, caballos, jabalíes y lobos se han reproducido libremente.
Para muchos científicos, el lugar es un laboratorio óptimo para investigar los efectos de casi cuatro décadas de radiación sobre distintas especies de animales y plantas.
Lobos con mutaciones genéticas
Un equipo de la Universidad de Princeton se propuso investigar cómo sobreviven los lobos de Chernobyl, a pesar de años de exposición acumulada a partículas radiactivas.
Para eso, en 2014, los científicos viajaron a la ZEC y colocaron collares especiales en el cuello de los lobos. Los dispositivos, equipados con GPS y dosímetros de radiación, les permitieron obtener mediciones en tiempo real de dónde están los lobos y cuánta radiación están expuestas. También tomaron muestras de sangre para comprender cómo responden los cuerpos de los lobos a la radiación.
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“Sabíamos que los lobos en Chernobyl han estado allí durante unas siete u ocho generaciones. Por lo tanto, han estado expuestos durante toda su vida a los efectos radiactivos del lugar”, explicó Shane Campbell-Staton, líder del estudio.
Los registros revelaron que los animales están expuestos a más de 11,28 milirem de radiación todos los días, lo que equivale a seis veces más que el máximo legalmente permitido para un ser humano.
Descubrieron que, a diferencia de los lobos que viven fuera de la ZEC, los lobos del estudio presentan alteraciones en su sistema inmunológico, similares a las que presentan los pacientes humanos con cáncer que reciben tratamientos con radiación.
Pero lo más prometedor es que los investigadores secuenciaron los genomas e identificaron regiones específicas que parecen resistentes a un mayor riesgo de cáncer. Las mutaciones en los genes relacionados al cáncer sugieren que podrían haber evolucionado para protegerlos contra la radiación.
“Sorprendentemente no desarrollaron cáncer; en cambio, la sangre de los lobos mostraba patrones que se esperarían de una persona con cáncer”, explicó Campbell-Staton.
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Las investigaciones en humanos han encontrado mutaciones que aumentan el riesgo de cáncer, pero este trabajo apunta a identificar cómo se dan estas mutaciones genéticas y cómo podrían aumentar las probabilidades de supervivencia al cáncer en humanos.
Debido, primero a la pandemia del COVID y luego a la guerra entre Rusia y Ucrania, el equipo aún no pudo regresar a la zona para continuar con la investigación. No obstante, los hallazgos preliminares se presentaron en enero, en la reunión anual de la Sociedad de Biología Integrativa y Comparada en Seattle, Washington.