"Atlantropa", un extravagante megaproyecto para cerrar el Mediterráneo
Parece ficción, pero hace un siglo un ingeniero alemán desarrolló un un enorme proyecto con el que pretendía drenar el Mediterráneo, dando lugar a un nuevo supercontinente. ¿En qué consistía? ¿Qué consecuencias habría tenido? Aquí te lo contamos.
No es necesario recurrir a la ficción para crear interés por la historia. Es habitual que los medios de comunicación hagan de la historia un espectáculo lleno de especulaciones y teorías que rozan el absurdo o la conspiración. El proyecto "Atlantropa", conocido en sus comienzos como "Panropa", es una de esas historias que te deja con la boca abierta debido a lo que fueron sus expectativas.
El origen del proyecto, en la Europa de entreguerras
Intelectuales de la época creían que tras el drama que supuso para Europa la primera Guerra Mundial, las naciones del Viejo Continente serían capaces por sí mismas de resolver sus conflictos fuera del campo de batalla.
Otros pensaban, por el contrario, que si no se actuaba con rapidez y de forma contundente en pos de la paz entre los europeos estallaría una nueva guerra debido a la compleja situación de los años 20 del siglo pasado (paro, superpoblación y una crisis energética inminente en Europa). Por desgracia, estos últimos no iban desencaminados.
Entre esta última corriente destacaba la figura del arquitecto, ingeniero y pacifista alemán Herman Sörgel. A finales de la década de los 20, proyectó un plan ambicioso que, según él, podría unificar la Europa posterior a la I Guerra Mundial. En 1929 publicó su idea en el libro Mittelmeer-Senkung, Sahara-Bewässerung, Panropaprojekt (Cómo hacer descender el Mediterráneo e irrigar el Sahara: el Proyecto Panropa).
Represar el Mediterráneo para crear Atlantropa
Fundamentalmente, Sörgel planeaba bajar el nivel del Mediterráneo en unos 100 metros en la cuenca occidental y 200 metros en la oriental. ¿Cómo? El arquitecto pensaba cerrar el mar Mediterráneo con dos gigantescas presas en sus extremos, una en el estrecho de Gibraltar y otra en los Dardanelos, con las que se evitaría la entrada de agua procedente del Atlántico y del Mar Negro, respectivamente, y al mismo tiempo generar una gran cantidad de energía hidroeléctrica con la que abastecer al nuevo supercontinente que nacería tras el retroceso de las aguas del Mare Nostrum, que dejaría unidas a Europa y África, dando lugar a lo que llamó años después Atlantropa.
Con esto pretendía ganar al mar más de 660000 km2 de nuevas tierras, una superficie similar a la de Francia. La evaporación calculada por Sörgel era de más de 4100 km3/año (un descenso del nivel del mar de 165 cm/año), obligando a levantar nuevas ciudades portuarias, que Sörgel junto con otros arquitectos llegaron a diseñar (Nueva Tánger sería la nueva gran capital de este utópico supercontinente). Él creía que era una forma de recuperar la tierra perdida tras el ascenso del nivel del mar que se produjo tras la crisis salina del Messiniense.
Una revolución energética y en las comunicaciones
Sörgel diseñó un complejo sistema de esclusas que permitiera la navegación por el mar Mediterráneo y la construcción de varias centrales hidroeléctricas de un tamaño inimaginable. La más grande de todas estaba en Gibraltar (de más de 15 kilómetros), pero había otras presas descomunales entre Sicilia y Túnez y en los Dardanelos, que generarían 50000 megavatios de electricidad, suficiente para abastecer a algo más de 8 millones de hogares, lo que acabaría con la crisis energética.
Además, la presa entre Sicilia y Túnez facilitaría la conexión entre África y Europa mediante una enorme autopista. También diseñó un túnel para el Estrecho de Gibraltar, que permitiría la creación de un tren directo entre Berlín y Ciudad del Cabo, así como un dique para que no se secara la laguna de Venecia (que según sus planes quedaría a 500 kms del nuevo mar Adriático por el descenso del nivel de las aguas).
Grandes mares interiores en el corazón de África
El proyecto final contemplaba también construir varias presas en el río Congo y crear un mar interior en el centro de África. Este gran lago artificial estaría a su vez conectado con el lago Chad, que también aumentaría de nivel, lo que posibilitaría la creación de un “segundo” Nilo, que desembocaría en Túnez, lo que permitiría ganar tierras de cultivo al Sahara y moderar el clima africano, haciéndolo más agradable para los colonos europeos.
Consecuencias que hubieran sido catastróficas
Afortunadamente, este plan descabellado no se llevó a cabo. El arquitecto no tuvo en cuenta que el Mediterráneo se habría convertido en gigantescos lagos hipersalinos similares al mar Muerto, puros desiertos biológicos, en los que sería imposible cultivar, y además las precipitaciones se habrían reducido drásticamente en la cuenca mediterránea. Esto hubiera sido catastrófico para gran parte de la flora y la fauna de la ribera mediterránea.
Además, Sörgel no parecía pensar mucho en cómo los africanos podrían verse afectados por su proyecto, ya que veía a África como un continente vacío de historia y cultura.
En su momento, la posibilidad de que impulsar un nuevo continente fue tomada muy en serio por arquitectos, ingenieros y políticos de Alemania, mientras que en los países mediterráneo el proyecto fue muy criticado. Cuando los nazis llegaron al poder, lo rechazaron por completo (en parte porque Atlantropa obtuvo el apoyo de algunos judíos distinguidos).
Sörgel lucharía por su proyecto hasta su muerte en 1952. Ocho años después, el Instituto Atlantropa, un organismo dedicado a mantener vivo su sueño, fue clausurado. Actualmente, se pueden consultar todos los detalles de este fallido proyecto en el archivo que que alberga el Deutsches Museum de Múnich.